viernes, 6 de mayo de 2011

Pájaros de papel

En una hondanada de mi mente, una ráfaga de viento sepulcral, sobrevuela mi cabeza la idea de mi madurez infantil, casi de bebé, en el espinoso asunto del amor. Apenas he probado el dulce sabor de su miel y he podido sentir, quizás imaginar, el sabor de un beso y la oquedad de una casa vacía, desahuciada, llena de hojas amarillas de otoño abandonadas por aquella persona que tanto te dió, que decidió enseñarte y ahora decide que lo mejor para ella, (lo cual quiere decir que si piensa que hay mejor y piensa, ya no hay amor) es marcharse en busca de otro árbol diferente que la cobije bajo sus ramas. Y en esas estamos, soy un bebé, un bebé grande del amor y el primer paso es la consciencia de ese estado, para cambiarlo, ya sea dejandote mecer mientras creces o echando a gatear con fuerza, porque al fin y al cabo, grandes o pequeños, mayores o jóvenes, el amor como posibilidad potencial está ahí, volando emergente y caprichoso, como una bandada de pájaros de papel.